venerdì 17 novembre 2017

Jorge Alberto Manrique :

texto sobre Myra Landau - La Jornada - Mexico DF. y catalogo  Expo MAM 1987


 En 1965, después de cinco años de vivir en México, Myra Landau realiza un cuadro, el primero de sus Ritmos. El cuadro tiene el sentido de una revelación. Marca, me parece, un vuelco en su vida artística, sino es que también un cambio en su vida personal. Si es cierto que el estilo es el hombre. Atrás quedaba su lejana Rumania nativa y su vida brasileña; atrás quedaba su fina obra anterior, sus escarceos figurativos y su enfrentamiento al mismo tiempo brutal y refinado con la lamina metálica. Obra empeñosa y consistente, lo anterior quedaba reducido al carácter de antecedente. Las revelaciones - si pueden llamarse así para los artistas que las tienen - entre los pintores se manifiestan en formas. A partir de 1965, Myra Landau asume, ese es el sentido que yo veo en su revelación pictórica, que las cosas y las ideas son para ella reducibles, en su expresión, a la línea y color plano. Línea simple y color plano son capaces de manifestar toda la riqueza de la naturaleza y de los sentimientos (es decir: de nuestra relación con los objetos y con la gente).

Se inicia entonces en esa "geometría sensible", en donde lo geométrico esta contradicho por la sutil línea a mano alzada, en busca de una simplicidad mayor. Una depuración que lleva años. Al trabajo con pastel sobre el lienzo sin preparación alguna, sigue la presencia del lino crudo de la tela como elemento fundamental del cuadro. Las tenues rayas se entrecruzan rítmicamente sobre el lino, como para no impedir la presencia dominante de la trama, reforzadas por los pequeños espacios coloreados. Hay un indudable sentido musical en el trabajo de Myra Landau. Líneas, recuadros inscritos en si mismos, superficies blancas, grises, ocres, rojas, van constituyendo ritmos casi melódicos: acentos, silencios, énfasis, sincopas. Imagino que el proceso de la pintora al realizar un cuadro, en donde deja discurrir un sentido de libertad y de apertura ajustado, sin embargo, a reglas precisas y necesarias se asemeja al proceso de un compositor. Esas reglas precisas y al mismo tiempo laxas que están en la base de cada construcción poética, musical, pictórica de Myra Landau no constituyen una manera o una receta, sino un modo, o más bien un sistema.

No creo que debamos ver la gran riqueza de sus cuadros hechos a partir de mínimos elementos como "variaciones sobre un tema", que serian entonces quizá admirables por la riqueza de imaginación, sino como método para penetrar la realidad exterior e interior. Estamos frente a un artista que no se expande, sino que más bien se concentra. En sus escritos, Myra Landau recomienda a los jóvenes artistas una disciplina de ver y comprender. Ingenuamente, pudiera alguien sorprenderse de una aparente contradicción entre la recomendación de ver y una pintura no figurativa. No es así, sin embargo, si entendemos que el sistema adoptado por Myra es un método de observación y de introspección: una cala en profundidad, de la que esta ajena toda posibilidad teatral. Una retórica en el sentido original. Por más de veinte años, los más de veinte años expuestos en el Museo de Arte Moderno, Myra Landau ha sido esa creadora solitaria y pertinaz, ajena a corrientes y a tendencias, a movimientos y sobresaltos. Segura de la revelación inicial, su tarea es continuar en esa profundización y descubrir así el mundo.






Jorge Alberto Manrique

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